martes, 25 de mayo de 2010

REFLEXIONES SOBRE EL DESARROLLO SOCIAL Y LA PAZ.




En este artículo queremos expresar algunas ideas acerca de lo que hemos aprendido en los temas de desarrollo social y de paz.
Entendemos que el desarrollo social promueve la búsqueda del mejoramiento de la calidad de vida, entendida ésta como un proceso en el cual los seres humanos se integran dentro de un marco de paz, libertad, justicia, democracia, equidad, tolerancia y solidaridad. Proceso que además busca desplegar las potencialidades de cada ser humano, en aras de lograr su progreso y construir su dignidad.
Hemos entendido que se debe considerar al hombre como fin primordial de este proceso, en el que es un objeto reducir las distancias sociales en sus diversas manifestaciones; en el que la visión integral busca que se abarquen todos los aspectos que atañen con la vida humana y en el que se construye prospectivamente desde la diversidad, respetando la identidad cultural y teniendo al humanismo como el mejor de los medios. Es un proceso que requiere, además, constancia.
Ahora, en relación con la paz, hemos aprendido que esta se encuentra fundamentada en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Y de acuerdo con el sentir de la Encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII, creemos que la paz en la tierra es una permanente inspiración de los seres humanos, que no es posible lograrla si no se guarda el orden establecido por Dios, el orden entre los seres humanos de acuerdo con unos derechos y unos deberes, si no se establecen unas claras relaciones entre los hombres y los poderes públicos en el seno de las distintas comunidades políticas, y si no existe una relación pertinente entre los individuos, las familias, las asociaciones y los pueblos por una parte, y la comunidad mundial por otra.
En esta perspectiva, identificamos unos derechos que van desde existir con un nivel de vida digno hasta el logro de unos derechos políticos que apunten a la consecución del bien común.
Este nivel de vida se acompaña de unos valores y culturales, de la capacidad de honrar a Dios según el dictamen de la recta conciencia, de la elección del propio estado de desarrollo como individuo o familia y de la posibilidad cierta de asociación y de movilización.
Así mismo, ponderamos la importancia de la inesperable correlación entre los derechos y deberes en la misma persona, la reciprocidad de derechos y deberes entre las distintas personas, la mutua colaboración con actitud de responsabilidad, el deber de la convivencia en la verdad, en la justicia, en el amor y en la libertad, el impulso a un orden moral cuyo fundamento objetivo es el verdadero Dios.
Estamos, pues, frente al reto de buscar que se borre en los hombres todo lo que pueda poner en peligro la paz, y cada uno nos transformemos en testigos de la verdad, la justicia y el amor fraterno.


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